Al oeste del Faro de Cavalleria, a los pies del mismo acantilado encontramos esta cueva sumergida.

Dejando la barca fondeada ponemos rumbo a la entrada de la cueva que se abre a 12 metros de profundidad y que tiene unos 15 metros de ancho por 2 de alto. La sala principal penetra 30 metros manteniendo su anchura hasta que al fondo nos encontramos con una restricción, es decir, un paso por el que sólo cabe un buceador a la vez. Todo el fondo de la cueva es de roca con algún pequeño parche de arena por lo que es difícil levantar sedimento y enturbiar la visibilidad, aún así, conviene tener cuidado con el aleteo. En algunas zonas del techo de esta sala podemos observar restos de estalactitas fósiles.

Si todo el grupo está de acuerdo, pasaremos a través de la restricción. Se trata de un túnel de roca por el que se pasa cómodamente y que va ascendiendo hasta unos 9-10 metros por lo que el control de la flotabilidad es muy importante. Pasada la restricción se abre una gran sala, esta vez con fondo arenoso (¡ojo con las aletas!) cuya pared izquierda está completamente cubierta de estalactitas fósiles, una de las partes más bonitas de esta inmersión. Además, en la arena que cubre el fondo podemos encontrar erizos irregulares que sólo hemos visto en esta cueva.

Nadando por esta sala manteniendo la pared a nuestra izquierda ascenderemos de nuevo hasta unos 5 metros donde se haya una preciosa columna que recuerda a una gran vela derritiéndose. Existe también una pequeña cámara de aire pero que no visitaremos ya que no tiene ningún interés, de modo que descenderemos de nuevo hacia la restricción para salir a la sala principal y deleitarnos con el precioso contraluz que la entrada de esta cueva nos tiene preparado.

Una vez fuera de la cueva nadaremos entre grandes bloques de roca rumbo a otra pequeña cueva que nos va a deparar una grata sorpresa. Entraremos hasta un rincón en el cual se abre una sala delicadamente decorada con finas estalactitas y columnas. Para no dañar dichas formaciones no entraremos a esta sala, solamente nos asomaremos y utilizaremos la luz de nuestras linternas para observar esta obra de arte de la naturaleza.

Visitadas ambas cuevas llega el momento de regresar al cabo del ancla para hacer la parada de seguridad y dar por finalizada la inmersión.